sábado, 19 de abril de 2014


EN EL PARAÍSO

“Y le respondió Jesús: En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
 (Lucas, 23:43)

A primera vista, parece que Jesús se inclinó al llamado buen ladrón, a través de la simpatía particular. Pero, no es así.
El Maestro, en esa lección del Calvario, renovó la definición de paraíso.
En otro pasaje, Él mismo aseveró que el Reino Divino no surge con apariencias exteriores. Se inicia, se desenvuelve y se consolida, en resplandores  eternos, en lo íntimo del corazón.
En aquella hora de sacrifico culminante, el buen ladrón se rindió incondicionalmente a Jesucristo. El lector del Evangelio no se informa, con respecto a los porfiados trabajos y a las responsabilidades que le pesarían en los hombros, de modo de cimentar la unión con el Salvador, sin embargo, se convence de que de aquel momento en adelante el ex malhechor penetrará el cielo.
El símbolo es hermoso y profundo y da la idea de la infinita extensión de la Misericordia Divina.
Podemos presentarnos con voluminoso equipaje de débitos del pasado oscuro, ante la verdad; mas desde el instante en que nos rendimos a los designios del Señor, aceptando sinceramente el deber de nuestra propia regeneración, avanzamos para una región espiritual diferente, donde todo yugo es suave y todo fardo es leve. Llegado a esa altura, el espíritu endeudado no permanecerá en falsa actitud beatífica, reconociendo, por encima de todo, que, con Jesús, el sufrimiento es rectificación y las cruces son claridades inmortales.
Ese es el motivo por el cual el buen ladrón, en aquella misma hora, ingresó en las excelsitudes del paraíso.

Mensaje dictado por el Espíritu de Emmanuel, pscicografía de Franciso Cándido Xavier inserto en el libro “Pan Nuestro” capítulo 81 página 177, 1ª edición en castellano, 1991, traducción Alipio González

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