martes, 29 de abril de 2014

EURÍPEDES BARSANULFO



 Nació el 01/05/1880, en la ciudad de Sacramento, estado de  
Minas Gerais, Brasil
y desencarnó el  01/11/1918, Educador, Médium y Apóstol del Espiritismo, fundador del Colegio Espírita "Allan Kardec"



-"Maestro, fui vencido! ¡Estoy vencido por el poder del Amor que vierte de su alma! (...) He penetrado en Centros Espíritas, en todas partes. He discutido con muchos presidentes cultos y nunca fui vencido. Destruí muchos de esos Centros. Penetré aquí animado por la misma intención. ¡Luché para derrumbar éste y derrotarlo, Maestro, pero fui anulado por su bondad, por su sabiduría, por su Amor!..."

Palabras del Donatista, un espíritu de excepcional cultura filosófica, que durante casi tres años se manifestó en el Grupo Espírita "Esperanza y Caridad", en Sacramento, obstinado, hasta que Eurípedes Barsanulfo consiguió adoctrinarlo.
Corina Novelina- "Eurípedes - el Hombre y la Misión" Capítulo II IDE Editora.
Extracto del artículo escrito por el Sr. Joamar Zanolini Nazareth, en el Anuario Espírita 2011 IDE, página 47.

sábado, 19 de abril de 2014


EN EL PARAÍSO

“Y le respondió Jesús: En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
 (Lucas, 23:43)

A primera vista, parece que Jesús se inclinó al llamado buen ladrón, a través de la simpatía particular. Pero, no es así.
El Maestro, en esa lección del Calvario, renovó la definición de paraíso.
En otro pasaje, Él mismo aseveró que el Reino Divino no surge con apariencias exteriores. Se inicia, se desenvuelve y se consolida, en resplandores  eternos, en lo íntimo del corazón.
En aquella hora de sacrifico culminante, el buen ladrón se rindió incondicionalmente a Jesucristo. El lector del Evangelio no se informa, con respecto a los porfiados trabajos y a las responsabilidades que le pesarían en los hombros, de modo de cimentar la unión con el Salvador, sin embargo, se convence de que de aquel momento en adelante el ex malhechor penetrará el cielo.
El símbolo es hermoso y profundo y da la idea de la infinita extensión de la Misericordia Divina.
Podemos presentarnos con voluminoso equipaje de débitos del pasado oscuro, ante la verdad; mas desde el instante en que nos rendimos a los designios del Señor, aceptando sinceramente el deber de nuestra propia regeneración, avanzamos para una región espiritual diferente, donde todo yugo es suave y todo fardo es leve. Llegado a esa altura, el espíritu endeudado no permanecerá en falsa actitud beatífica, reconociendo, por encima de todo, que, con Jesús, el sufrimiento es rectificación y las cruces son claridades inmortales.
Ese es el motivo por el cual el buen ladrón, en aquella misma hora, ingresó en las excelsitudes del paraíso.

Mensaje dictado por el Espíritu de Emmanuel, pscicografía de Franciso Cándido Xavier inserto en el libro “Pan Nuestro” capítulo 81 página 177, 1ª edición en castellano, 1991, traducción Alipio González

viernes, 18 de abril de 2014






EL BUEN LADRON


 “Algunos días antes de la prisión del Maestro, los discípulos, en sus discusiones naturales, comentaban el problema de la fe, con el deseo desordenado de cuantos se aproximan a los asuntos graves de la vida, intentando, apresuradamente, llegar a una solución. - ¿Cómo será esa virtud? ¿De qué forma la conservaremos intacta en el corazón?- pregunta Leví, con atormentados pensamientos. Tengo la convicción de que solamente el hombre de culto puede conocer toda la extensión de sus beneficios. - No tanto así- decía Santiago, su hermano- creo que basta nuestra voluntad, para que la confianza en Dios esté viva en nosotros. - Pero, ¿será la fe una virtud para los que apenas desean?- preguntaba uno de los hijos de Zebedeo. En una esquina, como distante de aquellos duelos de palabras, Jesús parecía meditar. En cierto instante, solicitado al esclarecimiento, respondió con suavidad: - La fe pertenece, sobretodo, a los que trabajan y confían. Tenerla en el corazón es estar siempre listo para Dios. No importan la salud o la enfermedad del cuerpo, no tienen significado los infortunios o los acontecimientos felices de la vida material. El alma fiel trabaja confiando en los designios del Padre, que puede dar los bienes, retirarlos y devolverlos en tiempo oportuno, caminando siempre con serenidad y amor, por todos los senderos a través de los cuales la generosa mano del Señor quiera conducirlos. - Pero, Maestro- respondió Leví, en respetuosa actitud - ¿cómo discernir la voluntad de Dios, en lo que nos sucede? He observado gran número de criaturas criminales atribuir a la Providencia sus hechos delictuosos y una legión de personas inertes que clasifican a la pereza como fatalidad divina. - La voluntad de Dios, más allá de la que conocemos a través de su ley y de sus profetas, a través del consejo sabio y de las inclinaciones naturales para el bien, es también la que se manifiesta, a cada instante de la vida, mezclando la alegría con las amarguras, concediendo la dulzura o retirándola, para que la criatura pueda recoger la experiencia luminosa en el camino más espinoso. Tener fe, por lo tanto, es ser fiel a esa voluntad, en todas las circunstancias, ejecutando el bien que ella nos determina y siguiéndole su ruta sagrada, en las menores sinuosidades del camino que nos toca recorrer. - Entretanto – observó Tomás - creo que esa virtud excepcional debe ser atributo del espíritu más cultivado, porque el hombre ignorante no podrá pensar en la adquisición de semejante patrimonio. El Maestro observó al apóstol con amor y esclareció: - Todo hombre de fe será, ahora o más tarde, el hermano dilecto de la sabiduría y del sentimiento; pero, esa virtud será siempre la del hijo leal al Padre que está en los cielos. El discípulo sonrió y objeto: - Todavía, ¿quién tendrá en el mundo tan perfecta lealtad como esa? - Nadie puede juzgar en absoluto – dijo Cristo con bondad – a no ser el criterio definitivo de Dios; pero, si esa conquista del alma no es común a las criaturas de conocimiento parcial o de posición vulgar, es bien posible que la encontremos en el pecho exhausto de los más infelices o rechazados del mundo. El apóstol sonrió desilusionado, en su escepticismo de hombre práctico. Dentro de poco, la pequeña comunidad se dispersaba por la aproximación del oscuro manto de la noche. 


En la sombría hora de la cruz, disfrazado con vestiduras diferentes, Tomás acompañó, paso a paso, el coraje del Mesías. Extrañas reflexiones surgieron en su espíritu. Su razón de hombre de mundo no le proporcionaba elementos para la comprensión de toda la verdad. ¿Dónde estaba aquel Dios amoroso y bueno, sobre quién reposaban sus esperanzas? ¿Poseía su amor tan sólo una cruz para ofrecerla a su hijo predilecto? ¿Por qué motivo no se rasgaban los horizontes, para que las legiones de ángeles salvasen del crimen de la multitud inconsciente y furiosa, al Maestro amado? ¿Qué providencia era aquella que no se manifestaba en el momento oportuno? Durante tres años consecutivos habían creído que Dios guardaba todo el poder sobre el mundo; no conseguía, pues, explicar cómo toleraba aquél espectáculo sangriento en el que su enviado, cariñoso y amoroso, era conducido hacia la infamante cruz, bajo insultos y pedradas. ¿El premio de Cristo era entonces aquél monte de desolación, reservado a los criminales? Ansioso, el discípulo contempló aquellas manos que habían sembrado el bien y el amor, ahora pegadas a la cruz como dos flores ensangrentadas. La frente auroleada de espinas era una nota irónica en su figura sublime y respetable. Su pecho temblaba, jadeante, sus hombros debían estar magullados y dolorosos. ¿Valió la pena haber distribuido, entre los hombres, tantas gracias del cielo? El malhechor que asaltaba el prójimo era, ahora, a su manera de ver, el dueño de compensaciones más duraderas. Tomás se sentía como ahogado. Deseó encontrar a alguno de los compañeros para intercambiar impresiones, entretanto, no vio uno sólo de ellos. Trató de observar si los beneficiados por el Mesías asistían a su humillante martirio, en la hora final, recordando los que aún en la víspera se mostraban tan reconocidos y felices con su santa presencia. A nadie encontró. Aquellos leprosos que habían recuperado el don precioso de la salud, los ciegos que consiguieron rever el cuadro precioso de la vida, los inválidos que habían cantado hosannas después de la cura de sus cuerpos defectuosos, estaban ahora ausentes, escapaban al testimonio. ¿Valió la pena practicar el bien? El apóstol, hundido en dolorosos y sombríos pensamientos, dejaba absorberse por extrañas interrogaciones. Notó que alrededor del madero estallaban carcajadas que reportaban ironías. El Maestro, a pesar de todo, guardaba en la semblanza una serenidad no superable. De vez en cuando, su mirada se extendía por sobre la multitud, como queriendo descubrir un rostro amigo. Bajo las vociferaciones de la turba amotinada, a Tomás le parecía escuchar aún el ruido inolvidable de los clavos del suplicio. Mientras las lanzas y los vituperios se cruzaban en los aires, observó a los dos malhechores que la justicia del mundo había condenado a la última pena. Se aproximó a la cruz y vio que el Mesías depositaba en él los ojos amorosos, como en los tiempos más tranquilos. Notó que un sudor mezclado con sangre corría del rostro venerable, uniéndose con el rojo vivo de las llagas abiertas y dolorosas. Con aquella mirada inolvidable, Jesús le mostró las úlceras abiertas, como la señal del sacrificio. Penosa emoción dominó el alma sensible del fiel discípulo. Con los ojos nublados de llanto, recordó los radiantes días del Tiberiades. Las escenas más simples del apostolado resurgían ante su imaginación. Súbitamente, se recordó de la tarde en que habían, comentado el problema de la fe, pareciéndole escuchar aún las elucidaciones del Maestro, al respecto de la lealtad perfecta a Dios. Reflexiones instantáneas sacudieron su corazón. ¿Quién habría sido más fiel al Padre que Jesús? Entretanto, ¡su recompensa era la cruz del martirio! Absorto en singulares pensamientos, el apóstol observó que el Mesías lanzaba ahora sus tiernos ojos sobre uno de los ladrones que lo miraba penosamente. En ese instante, percibió que la débil voz del condenado se elevaba para el Maestro, en tono de profunda sinceridad: -¡Señor!- dijo él, jadeante – acuérdate de mí, cuando entres a tu Reino!... El discípulo observó que Jesús le dirigía, entonces, una mirada cariñosa, al mismo tiempo que a sus oídos llegaban los ecos de su palabra suave y esclarecedora: -¿Ves, Tomás? ¡Cuando todos los hombres de la ley no me comprendieron y cuando mis propios discípulos me abandonaron, he que encuentro la confianza leal en el pecho de un ladrón!... 

 * 

 Inquieto, el discípulo meditó en la lección recibida y, por horas, contempló el doloroso espectáculo, hasta el momento en que el Maestro fue retirado de la cruz de la última agonía. Comenzaba, entonces, a comprender la profunda esencia de sus enseñanzas inmortales. Como si su espíritu fuese transportado a la cumbre de alto monte, le pareció observar desde allí la pesada marcha humana. Vio conspícuos hombres de la ley, repasando los libros divinos; doctores con el fatuo del orgullo pasaban erectos, exhibiendo los razonamientos más complicados. Hombres de sólidas convicciones integraban el cuadro, demostrando la fisionomía satisfecha. Mujeres vanidosas o fanáticas allá iba, igualmente, revelando sus dilectos títulos. En seguida, venían los directamente beneficiados por el Divino Maestro. Era la legión de los que se habían levantado de la miseria física y de las ruinas morales. Eran los leprosos de Jerusalén, los ciegos de Cafarnaún, los enfermos de Sidón, los seguidores aparentemente más sinceros, al lado de los propios discípulos que desfilaban, avergonzados, y se dispersaban, indecisos, en la hora extrema. Poseído de viva emoción, Tomás comenzó a llorar íntimamente. Fue entonces que creyó escuchar unos pasos delicados y casi imperceptibles. Sin poder explicar de que se trataba, juzgó divisar, a su lado, la inolvidable figura del Maestro, que le colocó las manos livianas y amigas sobre la frente atormentada, repitiéndole al corazón las palabras que le había dirigido desde la cruz: - ¿Ves, Tomás? Cuando todos los hombres de la ley no me comprendieron y los propios discípulos me abandonaron, he que encuentro la confianza leal en el pecho de un ladrón!...” 

 Dictado por el Espíritu Humberto de Campos, psicografía de Francisco Cándido Xavier, de la obra “Buena Nueva”, capítulo 28, página 183 a 188 4ª.Edición IDE

lunes, 7 de abril de 2014

Jornada de Trabajo del Taller "Área Familia, Infancia y Juventud" realizada el día domingo 06/04/2014 en el Centro Espírita "Hacia la Verdad".

Próxima reunión de planificación 01/06/2014.


Queridos compañeros felicitaciones!!! por la tarea desarrollada en el día de ayer  en el cual quedó de manifiesto  que en esta ocasión hemos vencido nuestro  "comodismo"(1) y para que se aleje esa maleza de nuestras actividades de Educación Espírita de la Familia, del Jóven y del Niño, transcribimos aclaraciones muy apropiadas que nos cabe observar en continua vigilancia.:


De la Revista Reformador, MARZO 2014, "Vivir en Familia", en el artículo "El Gran Obstáculo", cuyo autor es  Alessandro Viana Vieira de Paula, realizamos la traducción no oficial de los siguientes parágrafos:

......" De la psicografía de Raul Teixeira, en la obra del espíritu Thereza de Brito  titulada "Nuestras Riquezas Mayores",  ella aborda el tema del "comodismo" (1) y asevera:
"Si usted se detuviera  a examinar las múltiples dificultades que impiden su crecimiento más dinámico hacia Dios, con sinceridad, verificará que ellas se apoyan en el "comodismo""

La benefactora Joanna de Angelis en la obra "Conflictos existenciales" agrega: que la pereza es uno de los conflictos que hacen infeliz a la criatura humana, y la expresa como "propensión hacia la inactividad, hacia el "no-trabajar" (ocio), también conocida como lentitud para ejecutar una tarea, todavía caracterizada como negligencia, tardanza", siendo de esa forma, desvío de la conducta." 
Nos advierte además que una de las "pérdidas" es el no aprovechamiento correcto del tiempo. 
La Doctrina Espírita nos enseña que estar en el cuerpo, a través del proceso de la reencarnación, es una bendita oportunidad que Dios nos concede, con el objetivo de nuestro progreso intelecto-moral.
Sin duda, una de las mayores lamentaciones de los Espíritus, después de la muerte física, es respecto al mal uso del tiempo, por haber dejado de realizar tareas, aprendizajes y buenas acciones que contribuirían para la conquista de la propia felicidad.
Joanna de Angelis dice que esa conducta enfermiza lentamente nos va fragilizando, abriendo campo para las ideas perturbadoras que podrán convertirse en pesimismo, desinterés, tedio, vacío existencial, depresión, pudiendo culminar en conductas de autodestrucción, tales como el suicidio directo y los vicios que debilitarán la salud física y mental.
Además, sabemos que el "comodismo", por ley de afinidad, atraerá a Espíritus ociosos, que intentarán ampliar los efectos negativos de la conducta enfermiza, inspirando desánimo, apatía, pereza y sueño.
Existen innumerables justificaciones para el "comodismo". muchos tienen el hábito de postergar para el futuro, pensando que en el mañana las cosas estarán mejores; otros, que pueden postergar los compromisos nobles y la tarea de espiritualización, otros, sin embargo, por el hecho de ser adultos mayores, suponen que es muy tarde para cualquier realización personal.......
Jesús dijo que el Padre trabaja y que El también siempre estará al servicio del amor, por lo tanto, no seamos negligentes con los tesoros del cuerpo físico y de las horas; realicemos siempre lo necesario al servicio de la vida y del prójimo."... 

Queridos compañeros de la Causa Espírita, el arado está pronto, la tierra espera,  aprovechemos los tesoros que tenemos, con ánimo y coraje para todas nuestras tareas. 
Area de Familia, Infancia y Juventud del Centro Espírita "Redención", Andes 1591, Montevideo, Uuruguay

Foto: de izquierda a derecha delegados de los respectivos Centros Espíritas: Ester ("Renacer con Bezerra", Montevideo), Marisel ("Redención", Montevideo), Susana ("Por la Fraternidad" de Maldonado); Magda ("Hacia la Verdad", Montevideo), Bruna ("Redención", Montevideo) y Pablo ("Renacer con Bezerra", Montevideo)
((1) origen de palabra del portugués que significa: comodidad  más  egoísmo.