Existen tantos hogares-jaulas;
hogares-cárceles, hogares-opresión, en contraste con pocos hogares-canteros,
hogares-bosques exuberantes, hogares-cielos azules. Los primeros son los que
reprimen, que miran solamente el lado sombrío de todo, que mutilan el carácter,
que inhiben la creatividad, que manchan la pureza o que perturban al alma
infantil, por la inexperiencia o mala
voluntad de los adultos que los manejan, en tanto que los segundos son los
hogares que Dios desea para Sus hijos recién llegados a las experiencias
corporales; hogares que observan, que nortean, que corrigen, que cooperan para
el acierto, que incentivan al bien, que valorizan las conquistas felices, en
fin que dejan crecer a los pequeños.
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